viernes, 22 de abril de 2011

desesperación y ausencia


Parecía que hoy en día, uno no podía permitirse el privilegio de ser feliz. Y que los pocos que conseguían lograr aquel estado tan deseado, solo podían disfrutar de él o que dura un suspiro, ya que pronto se les era arrebatado y quedaban sumidos en infinita melancolía resultado de crueles acontecimientos.
Eso-añadió luego para sí mismo-era solo una opinión suya que distaba mucho de la realidad. Pero uno, aun sabiendo que no son ciertas sus divagaciones, no puede evitar pensar echarle la culpa a la vida misma, por descargarse contra algún culpable, ya que con ella no podía hacerlo. Estaba todavía completamente enamorado.
Sacó un cigarrillo medio aplastado de la caja casi vacía que guardaba en su bolsillo y se quedó un rato observándolo entre sus manos, sin encenderlo, y con la mente en un lugar muy lejano.
Se lo metió en la boca.
Sí, estaba todavía enamorado.Bueno, tal vez no fuera aquella la palabra exacta. Lo que sentía por ella en esos momentos era algo muy diferente al enamoramiento que envolvía su cuerpo los primeros días. Habían pasado ya casi cinco años (y ¡que rápido parecían haber sucedido ahora que ya no la tenía!) y, poco a poco, había ido acostumbrándose a quererla de otra forma. No peor que al principio, pero sí muy diferente. Ahora sabía con certeza de que la quería, que la (aunque odiaba pensar aquello, que antes tildaba de ridiculez, ahora lo sentía) amaba. No podía haberse acabado.
Sacó el mechero de su bolsillo y se escondió en el primer soportal que vio, pues con el viento que había era imposible encenderlo. Y además, estaba empezando a llover. Aún encima. No soportaba el tabaco mojado.
Debería intentar concentrar su mente en otra cosa. Miró a una joven cruzar corriendo la calle con su chaqueta sobre la cabeza para no empapar su pelo. Era de aquellas que quitan el aliento e incitan al hambre. Pero en aquellos momentos a él no le quitaba nada, porque no era como...ella. Y, qué coño, no quería dejar de pensar en ella y vivir una nueva vida sin recuerdos. Quería recuperarla,  que fuera suya otra vez.
Echó lentamente el humo del tabaco de su boca, con expresión afligida, como si doliera expulsar la sustancia cancerígena que acababa de absorber, mientras recordaba la primera vez que quiso que ella fuera para él. 
Fue un día, no se acordaba exactamente en que sitio, pero sí de la gente, el alcohol, la música. Ella había pasado cerca de él y él la había visto. Qué chica más guapa, qué deseable. Pero todavía no había sentido su veneno, pues pensaba que no volvería a verla.
Quiso el desino, aciago, burlón, que tiempo después se la presentaran. Y que fuera tan interesante, compartiendo con él cosas en las que creía que era extraño. Era dificil no buscar tenerla.
También se acordó de su primer beso. Ella, de quien llevaba tres años perdidamente enamorado, había decidido darle el privilegio de ser algo más que su mejor amigo. Los días que sucedieron a aquel beso parecía, para él, ser producto de un sueño. Solía decírselo a ella, que se reía de aquella forma que tanto le gustaba.
Tiró sin ganas la colilla, que fronto fue pisada por un hombre gris, como el tiempo, como su vida en aquellos momentos, que probablemente volvería de su trabajo gris hacia su coche gris.
Le gustaría sonar convencido cuando se decía a si mismo que la serie de discusiones que habían obligado a concluir con aquella relación, pronto serían olvidadas y que, arrepentida, ella volvería a por él, como había sucedido otras muchas veces. Pero sentía dentro algo que le decía que ya había sido su definitiva, que de nada valía esperanzarse. Que ya no habría lloros de perdón ni uno de esos buenos polvos de reconciliación.
Aaaaah, el sexo. Había sido ella su primera mujer. y ¡Cómo habían disfrutado los  dos! Las noches que compartían traviesamente, los delicados besos, los susurros de eterna fidelidad, la suavidad de su blanca  piel, el dulce tacto de sus pechos, sus curvas, su fragancia, su sabor.
¡joder! que equivocación cometió decidiendo la opción de dejarlo cuando él le propuso un cambio en su actual situación. Sí, estaba jodidamente equivocada. Zorra. Nadie  la querría nunca de la misma forma ni con la misma intensidad con la que la quiso él, con la que todavía la quería. Aunque también sabía que él mismo sería incapaz de querer a nadie de aquella manera, pues no había ninguna otra mujer en el mundo que pudiera superarla. Nunca la iba a olvidar.
Y de aquello se acordó seis meses más tarde, mientras me confesaba con facilidad aquella historia. Le daba un tono patético, mientras sonreía buscando quitarle importancia, pero aliviado al poder contarle todo aquello a una  casi desconocida que no podía meterse de forma subjetiva en aquel asunto.
A mi aquel relatome pareció triste, pero infinitamente hermoso. Tanto como solo puede serlo las tragedias, atrayente por estar plagado de sentimientos reales. Literario, porque casi sonaba a poesía.
Era otro protagonista de experiencias que yo debía constatar.
Mientras iba hacia mi casa, tras habernos despedido, pensé en que la vida era en realidad lo que estaba basado en una película. Una que no tenía si quiera final feliz. Que más bien, nunca tenía fin.




"La única diferencia entre un capricho y una pasión de por vida es que el capricho dura algo más." O.Wilde

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