miércoles, 20 de abril de 2011

Esbozos de lo que un día fue



Todo había sucedido en perfecta armonía. Fue.... maravilloso. No. Fue infinitamente perfecto, inigualable.
El primer amor, de la más tierna infancia; una lejana promesa que él ya creía olvidada, un deseo creciente llevado hasta el punto más álgido. Y todo en aquella, noche, en aquella cama. Con ella.
Había sucedido tan rápido, tan casualmente que se le ocurrió preguntarse si no estaba viviendo uno de tantos sueños. Tonterías, esta vez había pasado, era real y no iba a malgastar el tiempo pensando. Solo quería sentir, la suavidad de su pelo, el sugerente aroma que ella misma desprendía, la calidez de su cuerpo desnudo, ligado al suyo. Era tan hermosa...
Deseó, con todas sus fuerzas, que aquel mágico momento nunca terminase. Pero sabía que tras la noche vendría otro día y todo volvería a lo mismo de siempre. Pero ahora él estaba allí y ella le sonreía con los ojos entrecerrados. Hace apenas unos instantes, se había entregado a él de forma inocente y desgarradora; había conseguido, con un solo beso, lo que muchas otras nunca pudieron darle. Él... la quería. Y durante breves y muy gozosos instantes aquella joven mujer pareció ser suya.
Las palabras no bastaban para expresar todo lo que sentía. Se sintió afortunado, había logrado conseguir lo que pocos alcanzaban,la más perfecta de las consecuencias, aunque solo se remitiera a aquella noche. Le dolía pensar que en poco tiempo aquello llegaría a su fin, que se convertiría en el más privado de sus secretos; pero ni el más intenso dolor sería capaz de amargarle aquellos instantes de placer. Estaba sudoroso, agradecido y sobretodo, feliz como nunca antes había estado.
Ella le hablaba, qué voz tan hermosa, qué dulce expresión rondaba su cara. La misma que cinco años atrás le había robado el corazón, cuando aún eran crios. Ahora ella ya no era una niña ¿Cuándo había cambiado todo hasta un siguiente paso? ¿En qué momento se había convertido en la anhelante mujer que reposaba desnuda a su lado, bajo sus mismas sábanas? El tiempo había pasado muy deprisa y pocos detalles quedaban ya de lo que un día fueron; los sentimientos eran más adultos, sus manos más atrevidas, su pudor ya más maduro. Cuántos jóvenes habrían querido disfrutar de un momento como el que él mismo había pasado, pensó con orgullo. Sabía que muchos otros la deseaban, pero creía seguro que ninguno llegaría a sentir todo lo que afloraba por salir de su mismo pecho. 
Ella, que tras compartir el más intimo de sus momentos, ahora le confesaba viejos secretos que él, momentos antes, habría creído imposibles. Los recuerdos inundaron su mente mientras escuchaba sus ¿había hablado ya de lo perfectas que eran? palabras. Recordó sus sonrisas, el dolor de sus rechazos, la fiereza de las lágrimas que la rabia había dejado salir tras pensar que nunca sería suya.
Y ahora estaba allí, cometiendo el más fuerte de sus errores. Pero no quería parar, anhelaba seguir errando mientras hacía oídos sordos al arrepentimiento que tal vez un día surgiese.
No era suya. Todavía. Y ella había dejado claro que no iba a ser posible que aquello continuase. Aún así, él era feliz, aquella noche, porque todo lo que siempre había deseado estaba en aquel instante en la pequeña habitación donde reposaban, escondidos, acompasados por débiles ronquidos de un padre sumido en la más pura ignorancia.
Y creyó ver un sentido a la vida. Las cosas podían pasar, todo era posible, lo sentía, lo sabía. Como también afirmaba que la vida, que para él todavía empezaba, era misteriosa y laberíntica y nada podíamos hacer nosotros para controlarla. Todo lo que debería pasar, ocurriría. Las cosas malas también, pero una gran parte de estas se veían recompensadas con momentos como aquel.
Yo también sentí sin necesidad de concretar lo inexplicable. Su sonrisa era cierta y confidente. Los ojos le brillaban, de tal forma que creería imposible si no lo hubiera divisado yo misma. Su alegría, aún expresando su desasosiego por la prácticamente nula posibilidad de que volvieran a darse circunstancias semejantes, me contagió como si fuera yo misma la que hubiera experimentado tal agradable suceso. Saboreé cada una de sus palabras, que surgían, excitantes, de su boca. Y creí ser él, creí ser ella así como me sentí incluso que yo era aquel momento que nunca sabré como ha sido sentido y que tal vez nunca llegue a vivir.
Entonces, comprendí. Somos personajes de una bella historia, que no se puede comparar a la más buena novela. Que mi papel, que yo creía protagonista, no había sido asumido hasta entonces correctamente: debía escuchar lo que a otros si les sucedía y sería la encargada de plasmarlo en algún lugar donde el tiempo no pudiera hacer mella, con el fin de convertir un instante en un hecho inmortal
Porque esto, amigos míos nunca me ha pasado a mí, pero ha pasado.
Yo solo soy un medio de los caprichos que el azar ha depositado en cada una de las muchas vidas.
Y esta es la primera de las historia de aquello que experimentados que me hace pensar si en verdad es la vida la que está basada en una película.

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