jueves, 8 de noviembre de 2012

Quien no arriesga, no ama (1ª parte)

Cada día, cuando aparecía conectado en una de las muchas redes sociales que compartíamos, le preguntaba qué tal se encontraba. Su respuesta era siempre la misma "impaciente, enfadado. Harto". Lejos de que esto significase una especie de rendición a la vida que este año  había decidido elegir (no tanto por gusto como por oportunidades futuras), me explicaba (era una specie de ritual: yo preguntaba aun imaginándome la respuesta, él contestaba conociendo que yo sabía su estado de ánimo y finalmente me relataba el porqué. Tras terminar esa parte, yo todas las veces que me lo contaba, me sorprendía, sonreía y terminaba esa continua conversación diciendo, con total sinceridad, lo mucho que lo admiraba) que si se sentía así era porque quería luchar. Si no le gustaba lo que en ese momento poseía, lo cambiaría completamente hasta conseguir su propósito. Él era así, inconformista, entusiasta. Luchador. Y era algo que a mi me encantaba. Especialmente ahora, porque, a pesar de que toda su vida se había dedicado a luchar por si mismo (y eso no dejaba tampoco de parecerme sumamente admirable), en estos momentos dejaba sudor y carne, uñas y dientes en algo que escapaba de su control, al menos completo, en una tarea que no tenia claro (y sin embargo sentía que así sería siempre) que fuera a ser eterna, en algo que un año atrás nunca habría llegado a imaginar que le sucedería y, sin embargo, era lo más importante de su vida. Ahora tenía un motivo para ser la mejor persona que jamás nadie podría haber esperado. Ahora tenía fuerzas para dominar el mundo. Ahora la tenía a ella.
Cuántas historias se han contado sobre esa guerra ante todo a favor del amor. Cuántos guerreros han matado monstruos, cuántos dominado tierras. Muchos amantes, incluso, han muerto por ese extraño sentimiento que parece ser el eje que guía la vida y redescubre la felicidad. Sin embargo,  pocos de estos héroes protagonistas de las más grandes hazañas han sentido algo tan puro y tan verdadero como lo que este joven. Era algo más fuerte que la propia vida, sentía. Y por ello, también estaba dispuesto a darla, si fuera necesario, por conseguir hacerla feliz a ella.

Para poder dotar de un verdadero sentido a esta historia, hemos de retroceder unos años al momento actual. No muchos en tiempo, pero demasiado alejados de lo que ahora mismo vivimos en cuanto a madurez y experiencia.

Un pequeño pueblo con nombre de calle, en el que nunca parece pasar nada especial y que, sin embargo, contiene guardadas increíbles historias que todavía quedan por contar; un chico mujeriego, despreocupado, que había dejado prematuramente de creer en el amor por desaventuras y corazones rotos y que ya nadie le importaba, excepto, tal vez, sus dos grandes amigos y su hermanita; una adolescente enamoradiza, callada y frágil, con desbordante bondad y padres rígidos,estrictos y sobreprotectores y una casualidad de última hora que hizo que sin más se encontraran frente a frente son los esenciales protagonistas. Y el comienzo, curiosamente, es creado a raíz de un final. Es hora de contar lo sucedido, sumergirnos en la historia de dos protagonistas cuyo nombre no importa, su rostro no es necesario, mas sus sentimientos merecen quedar plasmados en la escrita, para que jamás nadie los olvide.
Cuando, como hacía con otras muchas mujeres,decidió dejarla, ella cayó en una especie de depresión. Sabía que se encariñaba y quería a las personas muy fácilmente, pero jamás con esa intensidad. Pensó incluso en la idea de suicidio. Desconozco si realmente hubo un intento de esto y si a punto estuvo de acabar con su vida y, por lo tanto, cometer el mayor error que jamás pudo haber realizado. La cuestión es que finalmente, no lo hizo.
Él, por extrañas circunstancias, a pesar de haber empezado viéndola como una chica más de su enorme lista de rollos que no llevarían a ninguna parte, no pudo permitir su tristeza. Jamás había visto a ninguna otra mujer (y puedo aseguraros, que rompió bastantes corazones) a la que le importase tanto su correspondencia. Nunca lo habían... ¿Cómo decirlo? necesitado de aquel modo. No podía dejarla sola, vulnerable ante el mundo. Y, sin casi darse cuenta de lo que estaba haciendo, una noche corrió hacia ella, la besó y susurró en su frágil oído "Ahora no podemos estar juntos, pero llegará un momento en el que podremos estarlo y nunca nadie nos separará. Pero tenemos que cambiar. Tu has de madurar, y yo también. Mientras tanto, podemos comenzar siendo amigos, apoyándonos, ayudándonos ¿Qué te parece?".
Realmente, él no sabía si pensaba así, si tenían futuro, o cual era la intención de aquellas palabras. Tal vez solo quisiera ayudarla, no sabía. Era un terreno nuevo para él, esa protección, esa necesidad de que sonriera. Sin darse cuenta, al ver la esperanza en los ojos de ella, su alma también comenzó a brillar y una pequeña llama se encendió en la oscuridad en la que parecía haberse sumido para siempre  su ilusión. Pero era demasiado pronto como para que él lo supiera.

Esto es solo el comienzo de una historia de amor. Podeis pensar que es una más, yo creo que es única, diferente, especial. Una verdadera historia. 

Yo solo soy la mensajera, un personaje secundario que se limita a contar lo que una vez sucedió. Ellos, dos protagonistas. 
Veo tan bella situación, que no puedo evitar preguntarme si no es realmente la vida la que está inspirada en una película .

CONTINUARÁ